zumbidos de abejas o avispas o abejorros en los oídos o en la mente

miércoles, abril 14, 2010

De los cuerpos contrarios

Los cuerpos contrarios que orbitan, que masturban sus lunas, deshaciéndolas en un grito sordo y prolongado, esos cuerpos contrarios que arremeten con ideas contrarias, son vida y obra del mismo demiurgo, el magnánimo, que tú deleznas y al mismo tiempo, sin embargo, toleras en cada rostro y en cada ángulo.
La mente abierta del inocente no puede ni debe juzgar estos hechos porque no conoce -ni siquiera imagina- la remota simiente que los originó.
Después de tanta fugacidad -que es todo el pasado recobrado- masticada en éstas las infinitas líneas paralelas del tren, no cabe más este tiempo en su morada; entonces, acordemos, es mejor para entenderlo, para fraguarlo, situarlo delante, en el punto justo que la experiencia sucede y que se condice con la absoluta libertad.
Los cuerpos contrarios que obedecen a estas leyes y a este tiempo, entonces (y explicación mediante), más que contrarios son recíproca y correspondientemente disidentes.
Se encuentran, se amasan, entrecruzan fibras, se decondensan y vuelven a condensar sus ánimos más ocultos -lo que, en definitiva, los condiciona para ser ellos mismos- en un instante y múltiples, para finalmente, beber sus líquidos y sus carnes hasta casi desaparecer, hasta que se salvan -atravesar el espejo y salvarse-, y, de esta forma y por ninguna razón salvo el consentimiento del amor alevoso que los eleva, cuando la noche entra en el día, descansar activamente el uno en el otro.