zumbidos de abejas o avispas o abejorros en los oídos o en la mente

lunes, enero 07, 2008

Cultura, celulares y mujeres

Esto le pasó a un amigo como hace 3 ó 4 años (creo), antes de que se implementara el Transantiago, o cuando recién cambiaban algunas micros amarillas por verdes. Y me lo contó como sigue:

9:00 pm. Era tarde cuando salía del cine en pleno centro contaminado de Santiago y me dirigía a la parada más próxima. Ahí aguardé una de las tantas micros en perfecto estado (con la garantía Trivelli de un año de duración) que podrían llevarme a mi destino: más horas frente a una pantalla. Sólo que ahora sería la de un televisor justo a los pies de mi cama, en un ambiente mantenido por un precario calefactor eléctrico que compré en el Persa el otro día gracias al bono de ocho lucas de Lagos. Al fin la esperada micro llegó. ¡Cuál sería mi sorpresa al constatar que el conductor no era "él" sino "ella"! Pero mi sorpresa no pasaba más allá de ser una impresión causada po el natural impacto de algo que no se ve todos los días. Lo que quiero decir es que la raíz de esa reacción nunca estuvo en el consabido machismo reinante en nuestro país. Es sólo que era extraño. Era la primera vez que me tocaba. Y desde el principio no me causó buena impresión. Andaba con el dichoso celular, y la llamaban a cada rato. Alguien se ha dado cuenta de que la aparición de la mujer-chofer, tal vez no hubiera ocurrido de no ser por la invasión de los celulares...
Yo iba en los lugares de en medio, parado, pero pude escuchar claramente a un tipo más adelante gritando "¡ya pues!, menos comadreo señora, preocúpese de manejar", acompañado por los ya archiconocidos chiflidos de desaprobación usados en estos casos, provenientes de las bocas de otros caballeros tanto o más molestos que él. Como respuesta, en el asiento junto a mí una madre iniciaba con su hija una conversación pro-mujer en defensa de sus derechos del tipo: "Bah, pero si los hombres igual hablan harto..." y "...pero por lo menos no van como locas por las calles..." Frente a esto no pude menos que soltar unas cuantas carcajadas. Y al parecer, yo era el único que me daba cuenta de toda esta situación, porque otros dos -fulano y zutano, presumo- me miraron con cara de "¿y éste de qué se ríe?" En esas estaba, cuando sonó mi celular. Era mi papá, queriendo saber de mí:
-Hola, oye, acuérdate de que hoy es el partido.
-¡Chuta, el partido! Se me había olvidado.
-¿Dónde estás?
-Aquí en la micro, recién. La tomé como hace 20 minutos, pero tiene pa' rato porque la chofer es más lenta. Persona que entra, persona a la que le habla; y no parte nunca...
Cuando corté, me percaté del real y duro significado de mis palabras. Casi sin darme cuenta y como si fuera lo más natural del mundo, había participado del machismo colectivo hegemónico en la micro.
Cuando por fin llegamos a mi parada, luego de al menos una hora de viaje y de reflexión, fui por el pasillo hacia la chofer con el firme propósito de enmendar mis obtusos pensamientos. Entonces me acerqué y le dije:
-Pucha oiga, que se demoró. Ya debe estar terminando el primer tiempo del partido. ¡No sabe que no se puede hablar por celular mientras se conduce!
Y me bajé. Y ella, ya acostumbrada a este tipo de comentarios, sólo se limitó a murmurar unos "ya, ya, bueno", como diciéndome "qué le vamos a hacer". Así, la micro siguió su camino y yo el mío en direcciones transversales. Me fui corriendo. También la micro. Yo, para llegar al comienzo del segundo tiempo. Y ella, para llegar a casa a atender a sus hijos y esposo, mientras ellos ven cómodamente el partido. Bueno, qué puedo decir. Algunas cosas no cambian.

Ah sí. Casi lo olvido. Este amigo me dijo que si alguna vez tuviera que escribir acerca de esto, terminaría con un último mensaje, una especie de moraleja, creo yo:
"A todas esas mujeres que creían que la liberación femenina ya era un hecho, les digo que mejor no se echen tanto rímel en los ojos para que puedan abrirlos bien y vean que, ciertamente, eso dista mucho de la verdadera realidad".


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