Dragon Ball y la historia
"Polinesios procedentes de varias islas del Pacífico Sur poblaban hace ya cerca de mil ochocientos años lo que ahora se conoce como las islas Hawai, mucho antes de que llegara a las costas de Kauai el primer occidental blanco, el capitán James Cook, en 1788. A su llegada, y tras su partida (en un ataúd, tras sufrir un ataque mortal a manos de los indígenas en 1789), las islas se hallaban gobernadas por varios jefes guerreros rivales. Habrían de pasar más de dos décadas para que en 1810, a raíz de la campaña bélica interinsular emprendida por uno de ellos, Kamehameha (una vez estuvo debidamente pertrechado con artillería occidental), se estableciera una monarquía soberana y unificada en Hawai. Desde mediados de siglo comenzaron a llegar hordas de colonos norteamericanos, en su mayoría misioneros y hacendados, que sembraron plantaciones de azúcar y piñas en gran parte del territorio hawaiano, así como el cristianismo entre un cuantioso porcentaje de sus habitantes. Con todo, durante dicha época los descendientes del rey Kamehameha I pulsaron los primeros tratados y acuerdos diplomáticos y comerciales entre el Reino de Hawai y veintidós países más de todo el mundo, incluyendo la mayor parte de Europa y Estados Unidos."
Y a quien le interese -y ya dejando afuera el tema Dragon Ball-, el artículo continúa con el establecimiento de la soberanía estadounidense:
"En 1893, un grupo de hacendados y misioneros extranjeros encabezados por estadounidenses cegados con las ganancias de las plantaciones (que no dejarían de aumentar más si cabe con la exención de aranceles a las importaciones estadounidenses), y apoyados por ciento sesenta y dos infantes de marina a bordo del buque estadounidense Boston (amarrado convenientemente en Pearl Harbor) dieron un golpe de Estado sin derramamiento de sangre. El 17 de enero, un autoproclamado Comité de Seguridad formado por trece miembros, con Sanford B. Dole (famoso por la piña Dole) al frente, declaró el fin de la monarquía hawaiana e impuso la ley marcial y un nuevo gobierno provisional hasta que pudieran negociarse «los términos de la unión con Estados Unidos». En Hawai, el secretario de Estado norteamericano para Asuntos Exteriores reconoció de inmediato al nuevo gobierno, y antes de que finalizara aquel día la reina Lili’uokalani de Hawai, una cristiana devota son sólidos conocimientos de inglés y cautivada desde hacía tiempo por el experimento relativamente reciente de la democracia implantada a unos cuatro mil kilómetros de allí, cedió su trono y su país, expresándose en los siguientes términos: «Yo, monarca del Reino de Hawai, bajo protesta y obligada por las fuerzas citadas, cedo mi autoridad hasta el momento en que el gobierno de Estados Unidos invalide, sobre la base de los hechos que le sean presentados, la acción de su representante y restituya en mi persona la autoridad que reclamo como soberana constitucional de las islas Hawai»."
Así no más. Así se hacen las cosas. Por la fuerza. Y si pudiéramos dibujar alguna viñeta, bastarían un par de ojos con el símbolo peso ($) para entender todo.
Finalmente, la mejor frase, el summum inescrupuloso de la codicia:
"Lili’uokalani rogó a los hawaianos que no empuñaran las armas, instándoles a que aguardaran el resultado de su llamamiento al gobierno de Estados Unidos. El secretario de Estado norteamericano hizo asimismo un llamamiento a su gobierno, transmitiendo por escrito al Departamento de Estado el siguiente comunicado: «El fruto hawaiano ha alcanzado su punto óptimo de sazón. Es el momento dorado de arrancarlo». El entonces presidente William Harrison se apresuró a elaborar el borrador de una resolución de anexión para su posterior presentación al Senado (...)". Etc, etc, y la historia continúa.
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