zumbidos de abejas o avispas o abejorros en los oídos o en la mente

miércoles, enero 30, 2008

En Pauls confiamos (PARTE I: Lo que pasó)

Hay días en que no todo sale como quisiéramos. Hoy, por ejemplo, llegué a mi casa con la mitad del cuerpo completamente empapada. Esto sucedió porque un grifo se rompió regando su contenido hacia la calle y dejando un hondo rastro de agua a lo largo de ella, y porque un automovilista no lo pensó dos veces antes de pasar junto a mí a más de 100 km/h justo por encima de la poza más grande de la cuadra. Por un momento creí estar de nuevo en Iquique, cuando casi me ahogo en las vacaciones del '98. El maldito cruzó tan rápido que ni siquiera tuve oportunidad de gritarle "sacogüea", "imbécil" o "hijo de puta"... Bueno, quizá "hijo de puta" no, porque qué culpa tiene la puta de su madre de haber parido un hijo tan imbécil y tan sacogüea como el que me mojó.
Sin embargo sospecho que quizá la culpa no sea enteramente suya. Entre los objetos que llevaba conmigo al momento del incidente, los más afectados fueron los dos libros en mi mano derecha (el lado por el cual me acometió la ola gigante) y de entre ellos, el más externo: Wasabi, de Alan Pauls. Su destino era impostergable y yo lo sabía. Tenía toda la intención de devolverlo hoy , ya que el plazo de la biblioteca vencía esta semana y mañana saldría de viaje con mi familia. Para desgracia mía, la biblioteca había cambiado a horario de verano y solo atendía desde las una de la tarde, cosa que no supe sino hasta las once de la mañana cuando pasé frente a la fachada del edificio y no tenía ni el tiempo ni el deseo para esperar dos horas más. Así que el maldito libro regresó conmigo a la casa. Y como si fuera un mandala de maldad, atrajo el agua hacia mí furtivamente, operando bajo los designios del despecho y la frustración.
Deberían encerrarme por pensar tantas idioteces, lo sé. Pero de alguna forma presiento que ese libro no es tan inocente como parece. De modo que como no tengo con quién o con qué desquitarme (mientras acabo de escribir esto es probable que el conductor ya deba estar en su casa (engañando a su mujer con otra, lo más probable), y no hay forma satisfactoria tampoco de descargar mi ira a través de un telefóno si es que decidiera llamar a la gente de la biblioteca), lo haré con esta maravillosa novela.