zumbidos de abejas o avispas o abejorros en los oídos o en la mente

sábado, mayo 23, 2009

Frente a cualquier explicación posible, sólo diré que son extraños los caminos que nos llevan a reencontrarnos con lo viejo, con lo pasado. Este último tiempo he leído bastante poesía (al menos mucha más de la que suelo leer durante el año), inicié una especie de diario de vida y otro de reflexiones, ambos a comienzos de año... y sin embargo lo que me obliga a volver (a recaer) acá, lo que me llama más fuertemente, son los libros. Lo que me implulsa a escribir en este mismo segundo, pudiendo ser el vaciamiento de muchas impresiones acumuladas a lo largo del tiempo, son los libros. En particular los que vi el miércoles en dos stands instalados en mi universidad: eran alucinantes. Entre varios clásicos universales, otros de poesía y los infaltables de corte filosófico e histórico, estaba el guión de La vida secreta de las palabras -por Ediciones B-, de la magnífica Isabel Coixet, un filme bellísimo que me emocionó, me incomodó y me hizo preguntarme bastantes cosas acerca de practicamente todo (lo lamento por mi imprecisión, pero es a propósito, para despertar la curiosidad a quien lea esto y la vea). ¿Qué hacía su guión ahí? Ni idea. Fue muy freak. De hecho, es la primera vez que veo un guión en una "feria" del libro. Junto a éste se encontraba uno de Italo Calvino y El libro de arena, de Borges. Más allá, repartidos por todo el mesón, tres de Bioy Casares, entre ellos Dormir al sol. En poesía, la Antología virtual de Hahn, y una edición bastante nueva que incluía los Poemas del País de Nunca Jamás junto con las Crónicas del forastero, de Teillier. También una selección de poesía de la argentina Alfonsina Storni. De Soriano, por ejemplo, tampoco había visto muchas cosas (por no decir nada), pero acá tenían (y ni siquiera en primera orgullosa fila) el Cuarteles de invierno. Habían tantos libros. Los adioses y El pozo, de Onetti, juntos en una edición de Punto de Lectura; El conservador, de la Gordimer, en un DeBolsillo, me parece; un Cuentos de terror, de Conan-Doyle (increíble, ¿no?). Otro: El picadero, de Couve. Otro: un volumen de cuentos de Julio Ramón Ribeyro, editado por Espasa... ¡Julio Ramón Ribeyro! Lo buscaba hace tanto (cansado de sólo saber de él a través de las reseñas de Zambra, Rivas y Paz Soldán). ¿Qué más? Gracias por el fuego, del maestro Benedetti; La ciudad y los perros, de Vargas Llosa; de Doris Lessing El sueño más dulce -de su última época- y La costumbre de amar -de su primera época-; Los cardos del Baragán, de Panait Istrati; Todo Ubu, el teatro extraño y absurdo-cómico de Jarry; Diario de un loco, de Gogol, con el genial cuento homónimo... Y quizás varios etcéteras más (entre tanto libro bueno la memoria colapsa inevitablemente), varios etcéteras más, decía, pero menores. Qué gusto. Qué placer. La lectura... Y la escritura.