zumbidos de abejas o avispas o abejorros en los oídos o en la mente

domingo, julio 23, 2006

24 de febrero

24 de febrero de cualquier año

Acabo de terminar de leer Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Es increíble. Inmenso. Inconmesurable. O, más bien, como su nombre, salvaje, feroz, bestial, como diría Bolaño al hablar de algunas obras, cualquiera menos las suyas propias por supuesto. En cualquier caso una obra fuera de serie, una obra coral -como dicen los críticos (quienes por demás son los únicos que ocupan esta palabra) o estudiosos del tema-, atiborrada de voces y luces de mexicanos aparecidos de la nada con el solo propósito de volver a desaparecer en ese México inmenso o en esa inmensidad que es México, o por lo menos el país de la imaginería de Bolaño, que se extiende por carreteras y caminos entre desierto y más desierto, que parecieran no tener cortapisa alguna, tal como las situaciones del libro o los viajes de los protagonistas o, por sobre todo, tal como la mentalidad laberíntica de nuestros bizarros -en el sentido español y francés- detectives, cuyos pensamientos creemos atajar, cuyos pensamientos creo atajar -no me gustaría involucrar a los lectores en estas conclusiones por temor a faltar el respeto a la inteligencia de alguno (yo nunca me he considerado muy inteligente; es más, soy una persona de suma simpleza en las cadenas de pensamiento que elaboro)- por momentos, pero que se me pierden, luego, en su mayoría.

Vaya, no quería ser tan específico en mis comentarios a riesgo de parecer un fanfarrón o un patético literato que ya no haya lugar donde publicar sus pobres ideas.

En verdad, lo único que quería decir es que acababa de leer el susodicho (qué horrible palabra) libro y me dieron unas ganas terribles, impostergables, acuciantes ( ya me entienden, no?), de ponerme a escribir como un obseso. El libro te provoca eso, y esto lo pueden corroborar amigos míos que cuando lo leyeron, atravesaron por el mismo estado en que me encuentro yo ahora.

Así que puedo afirmar, desde este instante mismo, que podré "escuchar" muy sosegado las palabras Q.E.P.D. (o R.I.P. si es que llego a viajar a Estados Unidos como es mi deseo) cuando desde lo alto "contemple" a los que velen mi carne vacía de espíritu y al féretro que la contenga, nada más que por un brevísimo tiempo.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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12/8/06 5:17 a. m.

 
Anonymous Anónimo said...

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17/8/06 10:20 a. m.

 

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