El niño tiene en las manos un vaso con agua que no quiere dar. “¡Es mía!”,dice. Su abuelo, que trae una gran jarra del precioso líquido, le sonríe:“Préstame tu vaso”. “Bueno, pero devuélvemelo rápido”. El viejo vacía el contenido del vaso en su jarra y la pone frente al nieto: “Si me dices cuál agua de esta agua es la tuya, te la puedes llevar.”
Alejandro Jodorowsky Prullansky
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