zumbidos de abejas o avispas o abejorros en los oídos o en la mente

lunes, abril 28, 2008

Los "cómo" y los "por qué"

Vivimos en un mundo de diferencias, de realidades opuestas y divergentes, por lo que siempre y continuamente estamos redescubriendo lo que nos rodea. La forma de ahcer esto es básicamente preguntarse cómo y por qué. Ahora, hemos visto que los por qué sirven a las mentes más ávidas y escurridizas, cayendo así dentro del campo de la filosofía y el pensamiento abstracto. Un tiempo sirvió también a las ciencias, pero finalmente se desechó y se optó por los cómo. Particularmente prefiero los cómo, ya que son enteramente prácticos. Los por qué son para soñadores. ¿Acaso no es mucho mejor preguntarse cómo operan las reglas a que nos somete nuestro Dios, que por qué existe dicho Dios?

En mi caso me pregunto qué hacer con tanto libro que leer. ¿Cómo una persona (yo) que lee a la velocidad pasmosa de 20 páginas/hora logra leer todo lo que desea sin llegar a fin de año vomitando las palabras (lo que es igual a decir: caer en una bulimia intelectual)?

Leer, por ejemplo, a los grandes clásicos (decimonónicos y otros) como Flaubert y Stendhal, o Los hermanos Karamazov o El jugador o Ana Karenina (y ni hablar del Quijote).
Leer a Dostoievski junto a Bolaño o a Tolstoi junto a Carver.
Leer a los Nobel I.B. Singer, V.S. Naipaul, R. Rolland. A los norteamericanos del siglo XX: Fitzgerald, Faulkner, Hemingway y Dos Passos. A los norteamericanos de ahora: Auster, Coupland, Roth, Ford. A los súperclásicos Cheever y Salinger. A la cofradía argentina de Anagrama: Pauls, Piglia, Neuman. A su símil (disímil) chileno, con Bolaño, Lemebel y, ahora, Zambra a la cabeza. A los británicos de antes (E. Canetti, D. Lessing, M. Lowry, I. Murdoch), a los novísimos (Zadie Smith) y a los no tan nuevos (que ahora no recuerdo pero sé que existen porque no estoy loco aún).
O leer, por de pronto, los mamotretos de más de mil páginas Juan Cristóbal, En busca del tiempo perdido, La montaña mágica y Ulises, junto a 2666 y El arcoiris de la gravedad.
¡¿Y para qué hablar de poesía?!

Entonces -para no volver a insistir en este punto-, ¿no son mejores los cómo que los por qué? Es mucho más útil preguntarnos ¿cómo hacer para que el chileno lea? y no ¿por qué no leemos?. Y en mi caso, dada mi limitadísima capacidad mental, ¿en vez de preguntarme "¿Dios, por qué me has abandonado?", no es mejor pensar "¿cómo puedo quemar la virgen de la Catedral y evitar que me atrapen en el intento?".
Creo ciega y fielmente en los cómo, ya que son parte de la realidad. Y la realidad de un modo u otro te va reconfortando... y te muestra los caminos a la Salvación.