zumbidos de abejas o avispas o abejorros en los oídos o en la mente

sábado, junio 20, 2009

Como la seda (2)

Al rato después de terminar Seda recordé un poema de Óscar Hahn. Un poema delicado -como la seda-, austero, con suaves cadenzas y, a propósito de las lluvias, invernal.

Bárbara azul

Aquella dulce muerte tu hermosísimo amor
me ha traído a la orilla de este río nevado
De pronto en pleno invierno la descongelación
descubre rosas rojas y bárbaras azules

Los pájaros helados se entibian sorprendidos
Un trino de color rosado pinta el cielo
a las diez de la noche: y un alba deslumbrante
se levanta a deshora limpiándose las plumas

Aquella dulce muerte tu hermosísimo amor
me ha rozado los ojos con su estela celeste
Y ahora en vez de lágrimas una constelación
de hipocampos dorados rueda por tus mejillas

miércoles, junio 17, 2009

Como la seda

Hay libros que son de buena calidad y los calificamos como buenos libros... También hay libros buenos, buenos por bondadosos (como dijo Pancho Ortega por ahí, hablando de "buenas películas" y "películas buenas"). Y están también los libros que no caben simplemente en lo de "bueno" o "malo", libros que podríamos calificar, tal vez, como preciosos. Seda, de Alessandro Baricco, encaja en esta última categoría. Seda es un libro de viajes, un libro de épocas pasadas, de tiempos pasados, épocas que no volverán, esos tiempos de cartas y de viajes eternos en barco por todo el océano. Pero no se equivoquen, no es un libro melancólico. Sólo menciono estos aspectos para decir, finalmente, que Seda es muy particular, tan particular como la historia que cuenta y la forma en que se cuenta. Es un libro hermoso, delicado, como la seda. Breve y leve, como el instante que dura el contacto con un trozo de este género. Es un libro, digamos, que te roza los ojos y la piel y luego se cuela adentro de tu cuerpo para quedarse ahí por siempre. Porque, a pesar de la paradoja, la sensación que te deja (y perdonen la majadería de la repetición) es de tal levedad que permanece, perdura. Seda es, entonces, un texto precioso, y con esto me refiero, como ya dije, a que va más allá de lo bueno y lo malo. No nos importa si es bueno o malo -aunque en este caso la calidad es indiscutible-, porque tiene otras cualidades mucho más relevantes. Desde el comienzo nos enamoramos de la historia, de sus personajes, maravillosamente descritos con un par de pinceladas, de sus diálogos -los pocos que hay son decidores-. Y también, por supuesto, de esa levedad. En este sentido, el libro de Zambra, Bonsái, se le asemeja bastante, ya en su extensión, ya en la sensación última que entrega al lector (aunque en el caso de Bonsái, ésta es derechamente de melancolía). En últimas cuentas Seda es un libro de amor (no sobre el amor); casi una fábula, una leyenda sobre una gran -maravillosa- historia de amor.
Finalmente, dos citas del libro, para que se entusiasme, quien no lo haya leído aún, a tomarlo entre sus manos, dejarse desnudar por sus palabras y disfrutarlo, dejarse llevar... para que vaya de inmediato... corriendo... al breve instante donde ocurren todas las cosas... y donde ocurre, sobre todo, mucho más de lo que se está diciendo.
"Hervé Joncour sintió el agua regarse encima de su cuerpo, sobre las piernas primero, y después a lo largo de los brazos y encima del pecho. Agua como aceite. Y un silencio extraño, alrededor. Sintió la levedad de un velo de seda que bajaba sobre él. Y las manos de una mujer -de una mujer- que lo secaban, acariciando su piel por todas partes: aquellas manos y aquel tejido urdido de nada. Él no se movió nunca, ni siquiera cuando sintió las manos subir de la espalda al cuello y los dedos -la seda y los dedos- subir hasta sus labios y rozarlos, lentamente, una vez, y desaparecer."
"-¿Cómo es el fin del mundo? (...)
-Invisible."