zumbidos de abejas o avispas o abejorros en los oídos o en la mente

domingo, septiembre 27, 2009

¿Día de furia?

Diálogo a las tres de la mañana

En el mío, agua natural –dijo la mujer del sombrero color violeta–. O mejor, sin agua. A la mierda. Whisky solo. ¿A mí qué más me da? Solo. Así soy yo. Nunca he dado la lata a nadie en toda mi vida. Muy bien, pueden decir de mí lo que quieran, pero yo sé… yo sé… que nunca he dado la lata a nadie. Puedes decírselo a todos de mi parte, ¿sabes? ¡A mí qué más me da!
–Escucha –dijo el hombre de cabello azul hielo. Y se inclinó sobre la mesa hacia ella, frunciendo el ceño mientras contemplaba los dibujos que trazaba con el cuchillo con baño de plata–. Escucha. Sólo quiero aclararte una cosa…
–Sí –dijo ella–. Aclarar las cosas. Eso está bien. Me da risa. Tiene gracia. La cosa tiene gracia. Mira, si hay alguien aquí que vaya a aclarar las cosas, esa soy yo: porque soy yo quien va a aclarar las cosas. Y vuelve con Jeannette y dile que sé muy bien lo que anda diciendo de mí. No quiero meterte en esto, pero díselo de mi parte. Puedes quedarte al margen: no hace falta que le digas que me lo has dicho tú. No tienes ni que contarle que me has visto. Mira, si te da vergüenza decirle a la gente que me conoces, a mí me da igual, ¿sabes? No pienso dar la lata a nadie. Si te da vergüenza decirles a tus amigos que eres amigo mío, ¿a mí qué me importa? Seguro que puedo soportarlo: he soportado ya muchas cosas.
-Escucha –dijo él–. Escucha. ¿Me harías el favor de escucharme un minuto?
–Sí, escucha –dijo ella–. Eso está bien. Escucha. Ya he pasado por eso de escuchar. Puedes decírselo a todos de mi parte, ¿sabes?, a partir de ahora pienso hablar yo. Puedes decírselo a Jeannette. ¿A mí qué más me da? Puedes correr a buscarla y soltárselo. ¿Así que dice que con el vestido rojo se me ve gorda? Es agradable que digan ese tipo de cosas. Hace que una se sienta de maravilla. Puedes decirle a la señorita Jeannette que cuesta mucho eso de hacer comentarios sarcásticos sobre los vestidos rojos de las demás. Tiene mucha gracia, claro que sí. Mira, cuando le pida que pague lo que llevo, entonces será el momento de hacer comentarios graciosos. Cuando se lo pida a ella o a cualquier otra persona. Gracias a Dios, me gano la vida sola y no tengo que pedirle nada a nadie. Puedes decirle eso. Tú o cualquiera.
–¿Quieres hacerme un favor? –preguntó él–. ¿Quieres hacerme un pequeño favor? ¿Quieres? ¿Quieres escuchar solo…?
–Sí, favores –dijo ella–. A mí nadie tiene que hacerme favores. Yo me gano la vida y no tengo que pedir favores a nadie. Nunca he dado la lata a nadie en toda mi vida. Y si no les gusta, ya sabes lo que pueden hacer. El escaparate de Tiffany’s, ¿sabes? Todos. ¡Oh! ¿He roto la copa? Bueno, no hay para tanto. Si está roto, está roto. A la mierda. A la mierda todos.
–Si quisieras escucharme –dijo él–. No tienes por qué estar molesta. Escucha…
–¿Quién está molesta? –preguntó ella–. Yo no estoy molesta. Estoy bien. No os preocupéis por mí: ni tú, ni Jeannette, ni nadie. Molesta… Oye, si una persona no se molesta por una cosa como esa, ¿qué es lo que hará que se moleste? Después de todo lo que he hecho por ella. Lo que a mí me pasa es que soy demasiado buena. Siempre me lo han dicho: «Lo que a ti te pasa es que eres demasiado buena», dicen. Y mira ahora lo que ella va diciendo de mí. Y tú le permites que te diga esas cosas y te avergüenzas de decir que eres amigo mío. Muy bien, no se lo digas. Vuelve con Jeannette y quédate con ella. Todos vosotros.
–Escucha, cariño –dijo él–, ¿no he sido siempre amigo tuyo? ¿No es verdad? ¿Y no quieres escuchar a tu amigo un…?
–Amigos –dijo ella–. Amigos. Tengo amigos estupendos. Ahí van, apuñalándote por la espalda. Eso es lo que gana una por ser buena. Por ser una buenaza gordinflona. Eso es lo que soy. A la mierda el agua. Me lo tomo solo. Me gano la vida y voy por ahí sin dar la lata a nadie, y después todos se ponen contra mí. Con el modo en que me educaron y la casa que teníamos y todo eso, para que ahora se dediquen a hacer comentarios desagradables sobre mí. Trabajo todo el día y no le pido nada a nadie. Y además tengo el corazón delicado. Preferiría estar muerta. ¿Qué motivo tengo para vivir, en realidad? Contéstame, por favor. ¿Qué motivo tengo para vivir?
Las lágrimas trazaron surcos en sus mejillas.
El hombre de cabello color azul hielo extendió el brazo sobre el mantel empapado de whisky y le cogió la mano.
–Escucha –dijo él–, escucha.
Como salido de la nada, apareció un camarero. Gorjeó y revoloteó a su alrededor. Parecía como si fuera a cubrirlos de hojas…

Dorothy Parker

jueves, septiembre 24, 2009

Cuando la publicidad nos hace soñar...



lunes, septiembre 21, 2009

Dragon Ball y la historia

Estaba leyendo una especie de artículo periodístico en una antología de McSweeney's sobre algunos aspectos de la historia de Hawai: ¡Haole, volved a casa!: pequeños gestos del movimiento secesionista hawaiano, de Zeb Borow.

En él se habla básicamente del momento en que Estados Unidos tomó por la fuerza la soberanía de estas islas, en ese entonces regidas autónomamente por una monarquía; de cómo Hawai se convirtió en un estado más (una estrellita más para la bandera); y de las opciones que se barajan hasta el día de hoy, creo, para convertir las islas en una nación con soberanía e independencia, pero dentro de los Estados Unidos ("una nación dentro de una nación", idea que no me pudo entrar en la cabeza por más que intenté).

En fin. Leía esto cuando me topé con un nombre curioso que me trajo recuerdos. No hay quién no haya visto u oído acerca de Dragon Ball; sí, esos "monitos chinos". Y todos recordarán la gran técnica de Gokú, el ya clásico y archisonado kamehameha. Pues bien, en la serie, quien se lo enseña es el Maestro Rochi que vive en Kamehouse, una extraña isla-casa, aislada del mundo. El maestro, un ser sumamente alegre, vivaz y libidinoso, siempre usa una guayabera, una camisa amarilla con diseños de palmeras... ¿estilo hawaiano? Entonces entendí todo. De ahí la conexión.

Cito del artículo:

"Polinesios procedentes de varias islas del Pacífico Sur poblaban hace ya cerca de mil ochocientos años lo que ahora se conoce como las islas Hawai, mucho antes de que llegara a las costas de Kauai el primer occidental blanco, el capitán James Cook, en 1788. A su llegada, y tras su partida (en un ataúd, tras sufrir un ataque mortal a manos de los indígenas en 1789), las islas se hallaban gobernadas por varios jefes guerreros rivales. Habrían de pasar más de dos décadas para que en 1810, a raíz de la campaña bélica interinsular emprendida por uno de ellos, Kamehameha (una vez estuvo debidamente pertrechado con artillería occidental), se estableciera una monarquía soberana y unificada en Hawai. Desde mediados de siglo comenzaron a llegar hordas de colonos norteamericanos, en su mayoría misioneros y hacendados, que sembraron plantaciones de azúcar y piñas en gran parte del territorio hawaiano, así como el cristianismo entre un cuantioso porcentaje de sus habitantes. Con todo, durante dicha época los descendientes del rey Kamehameha I pulsaron los primeros tratados y acuerdos diplomáticos y comerciales entre el Reino de Hawai y veintidós países más de todo el mundo, incluyendo la mayor parte de Europa y Estados Unidos."

Y a quien le interese -y ya dejando afuera el tema Dragon Ball-, el artículo continúa con el establecimiento de la soberanía estadounidense:

"En 1893, un grupo de hacendados y misioneros extranjeros encabezados por estadounidenses cegados con las ganancias de las plantaciones (que no dejarían de aumentar más si cabe con la exención de aranceles a las importaciones estadounidenses), y apoyados por ciento sesenta y dos infantes de marina a bordo del buque estadounidense Boston (amarrado convenientemente en Pearl Harbor) dieron un golpe de Estado sin derramamiento de sangre. El 17 de enero, un autoproclamado Comité de Seguridad formado por trece miembros, con Sanford B. Dole (famoso por la piña Dole) al frente, declaró el fin de la monarquía hawaiana e impuso la ley marcial y un nuevo gobierno provisional hasta que pudieran negociarse «los términos de la unión con Estados Unidos». En Hawai, el secretario de Estado norteamericano para Asuntos Exteriores reconoció de inmediato al nuevo gobierno, y antes de que finalizara aquel día la reina Lili’uokalani de Hawai, una cristiana devota son sólidos conocimientos de inglés y cautivada desde hacía tiempo por el experimento relativamente reciente de la democracia implantada a unos cuatro mil kilómetros de allí, cedió su trono y su país, expresándose en los siguientes términos: «Yo, monarca del Reino de Hawai, bajo protesta y obligada por las fuerzas citadas, cedo mi autoridad hasta el momento en que el gobierno de Estados Unidos invalide, sobre la base de los hechos que le sean presentados, la acción de su representante y restituya en mi persona la autoridad que reclamo como soberana constitucional de las islas Hawai»."

Así no más. Así se hacen las cosas. Por la fuerza. Y si pudiéramos dibujar alguna viñeta, bastarían un par de ojos con el símbolo peso ($) para entender todo.

Finalmente, la mejor frase, el summum inescrupuloso de la codicia:

"Lili’uokalani rogó a los hawaianos que no empuñaran las armas, instándoles a que aguardaran el resultado de su llamamiento al gobierno de Estados Unidos. El secretario de Estado norteamericano hizo asimismo un llamamiento a su gobierno, transmitiendo por escrito al Departamento de Estado el siguiente comunicado: «El fruto hawaiano ha alcanzado su punto óptimo de sazón. Es el momento dorado de arrancarlo». El entonces presidente William Harrison se apresuró a elaborar el borrador de una resolución de anexión para su posterior presentación al Senado (...)". Etc, etc, y la historia continúa.

¿Quién lo diría? Así que el kamehameha era un personaje real.
Para quienes dicen que estos "monitos" no enseñan más que basura. ¡No, señor! ¡De ningún modo! Lo que pasa es que hay que saber leer entre líneas. Ir más allá de lo evidente, como diría un plomero sacando un anillo del lavabo.
Sólo les digo esto: cuidado. Quizás qué mensajes subliminales nos están mandando estos orientales desde sus aisladas y sobrepobladas tierras.

sábado, septiembre 19, 2009

Lo que Ticho piensa, pero no le dice a su polola

no sabes lo que significa para mí
saber que apenas llegues
puedo pasarte suavecito
la mano por encima
sacarte las medias
subirte la mini
bajarte el calzón
y culiarte

(de "No faltaba más", de Claudio Bertoni)

domingo, septiembre 06, 2009

Retrato de un antipoeta

Es el documental más malo del año y de la década, probablemente. Desaprobado unánimemente por toda la crítica... y por mí, que es lo que más nos interesa ahora.

Lo único rescatable, quizá, fue este extracto de una conferencia en la Feria del Libro de 1998:

(Parra leyendo para el público, inventa un diálogo)

-El único libro que existe es el libro de la naturaleza.
-¡Te tragaste un filósofo, maricón reculiao!

Nota: Lo siento, eso es todo lo que mi memoria puede recordar (¡gracias a Dios!). Sé que escrito no suena gracioso, pero si vieran el filme lo entenderían mejor.