zumbidos de abejas o avispas o abejorros en los oídos o en la mente

martes, julio 28, 2009

Olvido (2)

Hace poco tiempo terminé de leer el guión de La vida secreta de las palabras. Ya había visto la película en el verano y leer ahora el guión fue como ir recordando una a una las escenas. Podríamos decir que fue igual de emotivo ver la película que leerla.

Estoy tentado, ahora, de transcribir mil escenas, sobre todo las últimas, donde pasa absolutamente todo, donde todo se vierte y queda desparramado y crees que nadie limpiará el desastre; las últimas escenas, que es adonde esta película-embudo nos ha ido llevando, sin revelar absolutamente nada salvo el envase del pasado inexorable, envase hecho de introversión, de soledad y conformismo, trágico conformismo; las últimas escenas, donde, para acabar ya de una vez con esta perorata, tiene cabida uno de los diálogos más sencillo y extrañamente cursi –y que, sin embargo, en su contexto, no suena a tal- y emocionante y conmovedor y humano –e inhumano- del cine en mucho tiempo. Por tanto, nada más diré de esas escenas, pues tienen -créanme, es su obligación- que verlas.

Sólo quiero agregar algo sobre el título que podría llevar a confusión. Este filme no tiene nada de literario, no trata de gente que lee libros o gente que habla de ellos. Es lo más lejano de eso. El título quizá alude a las palabras en tanto gestos y cuánto expresan ellos de nosotros. Cuánto se pierde y cuánto engañan. Cuánto no logran expresar, en definitiva. Porque hay cosas impronunciables, es cierto. Hay algo imposible de olvidar. Ella, la protagonista, Hanna, cuyo rostro “se esfuerza en parecer inexpresivo, incoloro, un rostro que ha visto, que ha experimentado todo lo que hubiera sido mejor no ver, no sentir”, ha reducido su mundo a lo mínimo, no habla con nadie, no escucha, si quiere, a nadie –puesto que es sorda-, consiguió el trabajo más monótono imaginable –en una fábrica de empaques o algo similar- y a la hora del almuerzo sólo come arroz, pollo y una manzana. La vemos muy tranquila, pero es un miedo cerval el que la domina. Es como si ella quisiera aislarse de las cosas, ser un fantasma sin memoria y evitar si quiera la posibilidad de que alguna cosa o circunstancia gatille un recuerdo en ella. Perdón, me equivoco. No es que ella desee ser así. Quizá tanta tragedia no permite otro modo de vida más que el suyo: la vida de un fantasma; una vida apagada, un alma opaca.

A continuación, algo del guión:

(En la enfermería)

Hanna le está dando a Josef la comida. Éste no parece muy hambriento.

Josef: Está bueno, ¿qué es? ¿Pasta?
Hanna: No sé… dijo algo así como ñoquis…
Josef: Simón cocina muy bien, no sé qué hace perdiendo el tiempo aquí. ¿Qué hay de postre?
Hanna: ¿No va a comer un poco más? Luego hay ternera…
Josef: ¿Es helado? Me encantan los helados.
Hanna: Sí, helado de queso, dijo, creo…
Josef: Mmmm, queso y helado, las dos cosas que más me gustan. ¿Qué cosas le gustan a usted, Cora?
[Hanna nunca le ha dicho su nombre a Josef, así que él la llama Cora].

Hanna empieza a darle el helado a Josef.

Hanna: Me gusta el pollo.
Josef: Guau, aleluya, es el primer fragmento de información que me ofrece sobre usted, aparte de que es pelirroja, cosa que dudo. Estoy emocionado, siga. Pollo, bien…
Hanna: El arroz. Arroz blanco. Y las manzanas.

Josef casi se atraganta con la última cucharada de helado.

Josef: Fascinante… Siga.

Hanna parece francamente molesta con Josef.

Hanna: Nada más.
Josef: ¿Eso es todo? ¿Pollo, arroz blanco y… manzanas? ¿No le gusta el chocolate? ¿No siente debilidad por las barritas de chocolate con coco Bounty? ¿Las pipas? ¿Los cacahuetes con miel? ¿Los helados de jengibre y lichees Häagen Dazs? ¿La lasaña de espinacas? ¿El curry de cordero con pasas y dátiles? ¿Qué me dice de la crema de calabaza y sésamo y cominos? ¿Pollo, arroz y manzanas…? ¿De dónde sale usted, Cora? ¿Dónde ha estado en los últimos años?

Hanna está abiertamente enfadada.

Hanna: ¿Quiere más helado o no?

Josef reacciona ahora con súbita hostilidad.

Josef: No, deme ya el jodido calmante.

Hanna se levanta. Deja la bandeja en el suelo y va hacia la nevera de donde saca una ampollita. Abre un paquete de jeringuillas, carga una de ellas con la ampolla y se la inyecta en el brazo derecho a Josef, que apenas hace una mueca de dolor.

Hanna: ¿Quiere que le ponga la cuña?
Josef: No.

Hanna recoge la bandeja del suelo y se dirige a la puerta. Habla desde allí.

Hanna: En ninguna parte. No he estado en ninguna parte.

(En la habitación de Hanna)

Hanna está sentada en la cama, con la bandeja de Josef en la mesa. Parece ligeramente enfadada. Con Josef. Con ella misma. Con el resto del mundo. Probablemente más con ella misma. Se levanta. Coge un ñoqui ya frío de la bandeja. Coge otro. Otro. Se los come todos. La emprende con el pollo. De pie sin siquiera sentarse. Unta pan en la salsa. Se come a grandes cucharadas el helado ya deshecho. Se sienta en la cama asombrada de lo que ha hecho. Guindilla. Sal Albahaca. Cilantro. Pimienta rosa. Azúcar. Crema. La explosión de sabores que hacía años no experimentaba. Ya no está enfadada.

Voz: [es una voz en off que desde el comienzo del filme pareciera hablar sobre Hanna o con ella] Tiene miedo. Vuelve a atener miedo. Una cucharada de helado, un sabor que estalla en la boca y todo se derrumba. ¿Dónde has estado los últimos años? ¿Quién eres? ¿Te gustan los atardeceres o los amaneceres? ¿Dulce o salado? ¿Desde cuándo te gusta el arroz blanco? ¿Desde cuándo crees que el resto del mundo está dormido? ¿Desde cuándo contestas con la verdad? En ninguna parte. No he estado en ninguna parte. En ningún lugar que pueda nombrarse. ¿Dónde has estado? ¿Quién eres?

viernes, julio 24, 2009

Zumbidos

Nunca me gustó que el nombre de este blog fuese "el rincón funambulesco". Quería, ciertamente, una palabra inusual, pero funambulesco nunca me convenció del todo. Funambulesco significa extravagante, con lo que me daba pie para decir que aquí podía publicar muchas cosas que, en definitiva, correspondían a gustos muy personales. Pero funambulesco tiene que ver, también, con funámbulo, un acróbata, un equilibrista; la idea, extrapolándola al blog, de, en cierto sentido, tender una cuerda en altura y pasearme con desplante y, a la vez, total inseguridad entre los mundos del cine, literatura, música u otros, estableciendo un fino y personalísimo equilibrio entre ellos a través de mis comentarios.

Por supuesto esto no podía aspirar más que a ser un rincón, jamás un oasis, más bien una esquina sucia o mal iluminada, la esquina más solitaria en una mansión de tres pisos, esa del ático junto al baúl de los recuerdos, o quizá esa dentro del armario detrás de todos los artículos de limpieza; un rincón, al fin y simplemente, singular.

Esto, hasta que me llegó (digo llegar como si me hubiera caído del cielo) un librito de Bolaño, donde leí unos párrafos (casi todo el libro, en verdad) maravillosos, excitantes cuando menos, abrumadores y extrañamente reales cuando más. Así que de ahora (y desde hace algunos días) en adelante llamaré al blog "zumbidos" (así, con minúsculas, porque creo que aún no está listo para merecer menos atención de la que merece). Porque cuando decido leer un libro es un pequeño zumbido el que me dice qué leer. Porque cuando decido sobre qué escribir son los zumbidos los que se juntan y se acumulan hasta germinar en ideas en mi cabeza.
El parto había concluido.
Debí de permanecer así unas tres horas, calculo.
Sé que empezaba a anochecer cuando salí del wáter. Tenía las extremidades acalambradas. Tenía una piedra en el estómago y me dolía el pecho. Tenía como un velo o una gasa sobre los ojos. Tenía unos zumbidos de abejas o avispas o abejorros en los oídos o en la mente. Tenía como cosquillas y al mismo tiempo como ganas de dormir. Pero la verdad es que estaba más despierta que nunca.

miércoles, julio 22, 2009

Diálogo tabú

-¿Pero tú eres...?
-¡No!, se te ocurre.
-No sé, no me convences demasiado.
-O sea, quizá, quizá de forma platónica, como un amor platónico, pero si me preguntas si yo... si él... por detrás. No. Te aseguro que no. Aunque si podría... Pero sólo eso, nada más. Como te decía, es algo puramente platónico. Es porque soy artista, ¿me entiendes?, y disfruto de lo estético, de las cosas estéticas. Y eso no tiene género, ¿o sí?
-Jajá. Claro que no. Entiendo lo que dices... Aunque no lo comparto.

viernes, julio 17, 2009

Quiebre y paradoja

Adán Méndez ganó el concurso de poesía de la Revista de Libros de El Mercurio el año 91 o 92, con su libro Antología Precipitada. En muchos de sus poemas usa el lenguaje coloquial a la par que el lenguaje y conocimientos de filosofía. Pero sobre todo genera contradicciones o paradojas -de hecho, su siguiente título se llamó Fragmentos completos- y siempre usa elementos que producen un quiebre en la voz del hablante, en el tono del poema, o en lo que, por ejemplo, creemos, es la "seriedad" del poema, todo lo cual lo convierte, dentro de nuestra literatura, en un personaje interesante al cual sería bueno estar atentos.


De Antología precipitada:

La mujer me internó entonces en un largo y espeso bosque
Yo más o menos sospechaba a lo que iba
así que fui dejando caer migajas mientras andábamos
Y desde que me abandonó he esperado no sé cuánto tiempo
pero los pájaros no han querido comerlas
Así que voy a tener que volver parece

lunes, julio 06, 2009

Otro

-¿La razón de los amantes? ¿De verdad?
-Sí... ¿Por qué?
-¿Ese no es el nombre de una novela?
-No la mía, al menos... Mira quién viene ahí.
-Hola.
-Hola, ¿qué tal, J?
-Ahí... Con más trabajo editorial que nunca y unas ganas inversamente proporcional a hacerlo. ¿De qué hablaban?
-Ah, de la razón de los amantes.
-Qué asco. ¿Quién lo leyó? Pensé que éramos amigos. Debieron haberme consultado antes. Yo lo leí hace dos años. Creo que ha sido la mayor pérdida de tiempo en mi vida.
-Ajá. ¿Ves, Jimmy? Te dije que existía.
-¿Cómo?
-Oye, ¿de qué estás hablando, J?
-¿Cómo que de qué hablo? Del libro... el de Simonetti. O me van a decir que hablaban de las razones de los amantes como tema filosófico o algo así. Porque si es así, me voy...
-No, no.
-Qué tema tan gay.
-¿Y vos?
-Pero si es cierto.
-Puta ya, filo. No hablábamos de eso. "La razón de los amantes" es el título de un nuevo poema que tengo.
-Ahhh... ¿Y le pusiste como la novela de Simonetti? Qué eres gay, Jimmy. ¿Te crees Simonetti ahora?
-Cállate.
-En fin. Es asqueroso. De verdad no vale la pena. Es la huevada con menos sustancia que existe.
-¿Qué cosa? ¿Simonetti, su libro o el poema?
-Jajajá. Los tres.
-Pero si no has leído mi poema aún.
-¿Qué importa? Tampoco leí el libro de Simonetti, en verdad. Sólo practico para las próximas críticas que tenga que publicar.
-Además, Jimmy, tú ya estás fuera de la conversación . El poeta no tiene derecho a opinar sobre su propia obra, ¿qué, no lo sabes? Es lo primero que te enseñan en los talleres.
-Cállense los dos... Y tú, J, eres un cínico de mierda. Es verdad que ya no existe un solo crítico con ética en este país.
-Bla, bla, bla. Es la típica excusa de los escritores o pseudoescritores. Se escudan en nosotros. Es la última moda que agarraron. Como si nosotros tuviésemos la culpa de la pésima redacción, las faltas de ortografía y el poco humor de sus libros.
-Cierto.
-Bueno, ¿pueden al menos leer el poema y luego opinar?
-El poema...
-¿La razón de los amantes? ¿Te suena?
-Ahh, cierto... A ver, déjame ver. ¿Y está basado en la biografía de Simonetti? ¿O es un homenaje explícito a toda su obra y a la homosexualidad en Chile? Jajá.
-Ya. Pásamelo, mejor. Váyanse a la mierda.
-Tú igual. Chao, nos vemos.
-Chao.
-Chao.



LA RAZÓN DE LOS AMANTES

Di tú
Dime tú
Di quizás
Di no sabrás
Dime tú
Di me dirás
Di viento
Di palabras
Di encuentro
No será
Es insignificante la noche
Las paredes hablaron
Quería apretar tus ojos con fuerza
Tu boca de resabios, abrazarla entera
Di tú
Di algo
Di no sé
Di tal vez
Quizás
aaaaaaauno aaaalos dos
aaaailos dos aaaauno

sábado, julio 04, 2009

Olvido (1)

... O más bien, la imposibilidad de olvidar.

Aprovechando este magnífico (y doloroso) motivo, inauguro una nueva sección dentro del blog que consistirá en la publicación de diversas letras y/o traducciones de canciones de mi interés, acompañadas con comentarios, banales o no, y nunca del todo bien ponderados (ni bien pensados, dicho sea de paso), de cualquier índole, como es costumbre.

Como dice Fito Páez, todo es "volver y volver a empezar"... Reinventarse, ¿no?, y reinventar, de paso, tu realidad y a quien te acompañe en el camino, sus sentimientos y los tuyos. "Volver con alguna verdad" nueva o del pasado y reconocerse en los gestos del otro, en su verdad. En fin...


Agosto le dice que no
la luna se cae
y ella escucha este vals
escucha y no sabe
Un aire le dice que sí
que siga y que marche
se fue un poco lejos mi amor
se fue y no hubo viaje

Y así, tan sólo así dejaste ver tu corazón
de huesos, cansado
cansado de este mundo
Y así, tan solo así dejaste ver tu corazón
cerrado
Y esta vez no va a ser necesario
que digamos nada...

En cuatro paredes de cal
y en pocas palabras
se puede cruzar todo el mar
si hay dos que se aman
Volver y volver a empezar
volver a tocarte
volver con alguna verdad
que ayude a quedarse

Y así, tan sólo así dejaste ver tu corazón
de huesos, cansado
cansado de este mundo
Y así, tan solo así dejaste ver tu corazón
cerrado
Y esta vez no va a ser necesario
que digamos nada...


(*) Dedico esta entrada, con especial cariño, a Camila Leiva, una chica genial por donde se la mire

miércoles, julio 01, 2009

Pues, por necesidad

- Otro mal poema. Siguiendo la línea de lo que has publicado aquí anteriormente, te apareces con otro mal poema.
- Sí, los buenos (o "buenos") prefiero guardármelos; desconozco la razón de ello.
- ¿Pero por qué, entonces, mostrar lo malo?
- Pues, por necesidad. ¿Qué más?


ACARÍCIOME

Acaríciome ahora
Acaríciome después
Me acaricio el costado, una nuez, su revés
Acaricio mi hondo andar de cebolla desparramada
Siento tibio
Siento frío
Un calor húmedo desprendiendo mi piel
Acaríciome así, fuerte, despacio
Descubriendo viejo lo nuevo
Descubriendo patente lo legado
Inquiriendo hormigas de harina en primavera
Por mi costado, por mi revés
Acaricio mis lágrimas, una a una, tal vez
Tal vez él sepa, tal vez alguien sepa
De seguro yo no
Acaricio sus ideas
Acaríciome en puertas giratorias
Sin mover un dedo, con el aire atravesado
Silencioso, inexplicable mar ambiguo
Acaríciome una corriente fría
De albas en vapor de sauna
Se siente bien, algunas veces
Acaríciome húmedo
La frente, el hielo, un desván
Acaricio una lágrima y luego otra
Languidece en mi cuerpo, se cansa
Ya no quieren correr más
Después de tanta caricia
¿Qué queda?
¿Qué se ha ido?
No volverá el sopor tierno de viejas costas
Ese que hay antes de tocar tierra
Acaricio una ruta nueva por grutas inescrutadas
Mí después de mí, con balas de salva
Intentaré devolver el olor a mis zapatos
Despegándolos del suelo
Fundir mi canto con el suyo
Subir sus gradas de nuevo
Y encontrarme en él, a mí en él
Y en mí, de nuevo en mí.
Acaríciome ya, una ternura, una palabra
Un algodón de dulce en mi mano
Rugoso, henchido, despierto